Cada madrugada un manojo de nubes se asienta sobre la sabana. El lento recorrido de la neblina por los pastizales y su textura aterciopelada hacen que la vista la confunda con un rebaño de ovejas. Mientras el sol aparece detrás de los montes, el rebaño se va disipando y aparece nítido, sobre la planicie, el pueblo que llamaron Ovejas. Mami Marina se levanta temprano. Se prepara un café negro, calienta un bollo de maíz y saca de la nevera un pote con suero. A paso lento y aún en ropa de dormir, sale de la casa hacia el ranchito de paja que tiene al margen de la carretera. Se sienta en una silla y contempla el panorama: buses y carros que vienen de Cartagena o que van para Sincelejo. La casa del lado funciona como taller y en el frente hay un letrero que reza “Pistola aprecion las 24 horas”. Transcurre el día allí sentada, es el lugar más fresco de su casa. Afuera, el sol aplasta las cabezas y hierve el asfalto de las callecitas. Los palos de mango rodean el rancho y en vez
Aquí escribo sobre música, cultura y relatos personales.